lunes, 27 de mayo de 2019

Desaparecidos: Lila


  No había ninguna duda de que Lila estaba enamorada de Julen. Lo estaba desde el primer día que cruzó el umbral de la puerta de la copistería donde hacía horas extras y costearse la carrera. No había nada que no le llamase la atención, sus facciones eran perfectas, ancho de hombros pero tan fino que rozaba la delicadeza de la porcelana. Sus pecas, su pendiente de aro, su tono de voz... A Lila le gustaba todo eso. Su lenguaje corporal era tan fluido como un río en el deshielo, sobrio, seguro; su lenguaje verbal educado, sin usar palabras malsonantes y siempre dando la información clara y concisa. Desde luego había sido un flechazo para Lila y ella así lo sentía cada vez que él entraba a imprimir o fotocopiar apuntes. Supo que estaba haciendo educación musical, una no solo se fija en la persona si no también en lo que trae. Necesitaba sacar el máximo de información posible para forzar un encuentro casual y quizás tener una conversación fortuita, entablar contacto y aproximarse a ese chico que tanto la hacía suspirar. Óbviamente no era tarea fácil. Lila suponía que Julen usaba el servicio de copistería en épocas finales donde trabajos y examenes se acumulaban a partes iguales, momento en el que ella reducía drásticamente su jornada laboral pues sus estudios de ingeniera no iban a aprobarse solos. Y aún suponiendo esto nadie podía asegurarle a Lila que Julen iba a venir pues es bien sabido que las bibliotecas tienen sus propias fotocopiadoras. Incluso pudo haber ido a otra copistería. Así pasaba las noches Lila tumbada en la cama, pensando en como abordar al joven y sin saber por donde empezar. Así se arrepentía Lila cada noche al llegar a casa porque era consciente de que Julen había aparecido en la copistería y ella lo había tratado como a un cliente más sin saber que quizás era la última vez que lo vería desfilar delante de ella. 

  Pasó un año. Pasaron dos años. Julen seguía acudiendo a la copistería sin fijarse en Lila. Y Lila veía a Julen y no podía quitarle los ojos de encima. Pero no sabía nada de él, no sabía cuales eran sus aficiones, que lugares frecuentaba ni nada de nada. Y más que eso, no había hecho absolutamente nada por averiguarlo. Uno podría pensar que tras dos años coincidiendo en el mismo sitio (y casi en las mismas fechas) podrían haber intimado algo más, quizás preguntas normales que se hacen o hablar del tiempo que siempre es una salida. Pues no era este el caso porque Lila no sabía cuando podía interrumpir a Julen y éste no le prestaba demasiada atención a lo que sucedía a su alrededor. Entraba sonriente, pedía por favor que le hiciesen unas fotocpias de esto y de aquello y salía diciendo adiós y con la misma sonrisa con la que había entrado. Una pena para Lila pues le era imposible entablar una conversación con su amor cada vez más platónico.

  Durante todo este tiempo y prácticamente sin quererlo, Lila se había ido ausentando de sus círculos más próximos. Estaba desencantada con la carrera que había elegido, cansada de sus amigas que presumían de novio y bolso, harta de su familia que la menospreciaba en favor de su hermano mayor. La gente lo notaba y le preguntaba. Lila negaba sin demasiada energía, tampoco era problema de los demás. Era algo que tenía que solucionar ella y no lo iba a hacer. Ni ahora ni nunca. Estuvo navegando durante días en la monotonía en la que se había transformado su vida. Acudía a clase, estudiaba los temarios, realizaba los trabajos y aprobaba con buena nota. Llegaba a casa, se encerraba primero en el baño y luego en su habitación de la cual solamente salía para cenar delante del televisor mientras su hermano afinaba la guitarra y volvía a meterse en su refugio personal. Y lo único que la animaba a no quedarse todo el día postrada en su cama era la posibilidad de cruzarse con Julen. 

  Sucedió durante el tercer año. La vida de Lila iba cuesta abajo, se la veía abatida por las calles, arrastrando los pies como si su alma le pesase toneladas. En mitad de la calle vio a Julen por primera vez fuera de la copistería. Su paso ligero y su pelo paja le dijeron que era él. Iban a cruzarse cara a cara y no sabía donde meterse. Había esperado ese momento durante tanto tiempo que ahora quería huir y dejar esa situación guardada en su imaginación. Deseaba que permaneciese inalterable en la realidad que había creado durante largas noches en vela. Pero iba a suceder. Se iban a cruzar y era inevitable porque ella ya no era dueña de su cuerpo. Julen la miró como intentando recordar de que conocía a esa muchacha pequeña y con vestimenta hippie. Ella le miró a los ojos y le respondió con un movimiento seco de cabeza incapaz de recordar. Lo que Lila había esperado una eternidad terminó en apenas unas décimas de segundo. Ella esperó a que su mundo se derrumbase con estrépito pero no llegó a suceder nunca. 

  Lila respiró aliviada. Su mundo imaginario seguía intacto. Se giró para ver a Julen alejarse mientras le dedicaba unas pocas palabras: 

  - Julen, Julen. Que pena que no huelas a mar. 

  Y Lila desapareció de la ciudad como si nunca hubiese existido.