viernes, 12 de julio de 2013

Entre el caos

        
 Es la mirada. Esos ojos negros, achinados e indiferentes pidiendo a gritos que me suicide para que puedan ser libres. Es el gesto amable desaparecido entre las ruinas de un cuerpo plagado de dudas y de miedos, de sentimientos cobardes y de instintos salvajes deseando despellejar cada rincón de amor que sobrevive. Es el momento, la noche tierna, la luna que se alza dominando el cielo. La muerte del rey del castillo cuyo cadáver descansa flotando a la deriva en el caudaloso río. La sonrisa que desaparece y las lágrimas que llevan tu nombre. La gente que se añora y las personas que se quieren, los dedos que juguetean entre ellos, los brazos que se interponen. ¿Quién eres? El pelo rojo fuego, la marca de lo que un día fueron granos, las cejas perfectas y las pestañas disimuladas. La marioneta que abre los ojos mirando al techo de la habitación, el trago del agua amarga que ofrece el diablo, los sueños que se desvanecen entre la bruma como humo de cigarro en el aire. Nubes, estrellas, nebulosas y planetas que empequeñecen al ser más ínfimo de la galaxia. El mal gusto de la saliva, el color negro sobre negro, la pizca de esperanza que se llevó la brisa una mañana de primavera. El invierno desesperado por no verte desnuda y el cuarto movimiento de una sonata sin nombre. Las palmas de la mano que revelan el futuro que ya no existe, el don de ser autónomo y la obligación de ser libre. ¿Quién es ese que sonríe al otro lado del espejo? El sabio que no teme al saber, la muerte que no teme al dolor, la vida que no teme al error. Maniquíes de la moda que se mezclan en un rebaño. El ser diferente, extraño, incomprendido… No importa. El individuo que es yo gracias a pequeñas partes de un tú. Quizás la inspiración madrugadora llena de tatuajes y emborrachada de si misma para olvidar penas. Tantos escritores la maltrataron, tantos pintores la ignoraron, tantos muertos la añoraron… El humor de una tarde lluviosa, la pérdida de aquello que no se tuvo jamás. El niño de cinco años que marchó para no volver, el don que nunca floreció y los versos que jamás se cantaron ni contaron. Poetas de la vida sucumben a la tristeza para buscar la felicidad jamás hallada. Inspiración que se escapa en el último aliento de un rey moribundo.


Hoy va a ser un buen día. 

Cuadro La Noche Estrellada de Vincent van Gogh.

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