- ¿Por qué te gusta
tanto escribir?
Estaba tumbado en
mi cama con Marina cuando me lo preguntó. Hacía un calor de primavera que
chocaba de frente con la época, pues justo empezábamos a ver el final de lo que
había sido un enero bastante frío. La pregunta me sorprendió. No, lo que
realmente me sorprendió fue el tono y la naturalidad con la que la realizó,
como si ese fuese el lugar y el momento exacto e indicado para hacerla.
Cruzamos miradas durante un instante y ella sonrió a la vez que me apretaba con
los brazos aguardando a que yo abriese la boca. Hasta entonces lo único que nos
había impedido de disfrutar nuestro silencio fue nuestra respiración profunda y
el tic tac del reloj que decoraba la estancia.
En un ejercicio de reflexión y con los ojos
puestos en el techo decidí buscar la respuesta más idónea para esa complicada
pregunta. Hice un largo recorrido por los distintos motivos que me empujaban a
contar verdades con un bolígrafo y un papel. A cada parada recordaba algún
texto y escritos, viendo lo mucho que había cambiado a lo largo del tiempo.
La primera parada fue el placer puro, las
ganas de satisfacer a mi ego y las ganas que tenía de crear mundo nuevos,
dimensiones relativas y falsas realidades que se solapaban entre si. Unido a este
punto descubrí, no sin cierto grado de sorpresa y asombro, que quizás buscase
la admiración y el respeto de los demás, un reconocimiento merecido que me
llevaba a buscar historias y experiencias para poder relatar parte de mis
vivencias.
El camino se seguía trazando sin olvidar lo
pensando anteriormente. Llegué a pensar que podía ser que el motivo principal
no fuese otro que el del talento. Decían que se me daba bastante bien realizar
el ejercicio de escribir y me habían insistido en algunas ocasiones (más bien
pocas, pero lo habían hecho) de que no lo dejase y de que valía la pena que
siguiese alimentando mi mente de esta forma. Yo no había reconocido nunca mi
talento, ni tan siquiera lograba vislumbrarlo pero algunos días, releyendo
antiguas creaciones mías me había sentido bastante orgulloso de mi yo escritor.
Por otro lado también me dejé llevar y pensé en lo importante que resulta ser
el acto de escribir. Dejar plasmada de alguna forma parte de tu pasado y de tu existencia,
de mantener vivas partes del recuerdo. Siempre pienso en si al redactar todo lo
que me sucede en un papel no estoy eliminando elementos esencial de lo que
viví. Por muy bueno que sea el escritor nunca será capaz de llenar de letras el
vacío que generan los sentimientos. Hay lugares donde la palabra no puede
llegar. Aún así, creo que dejar impresa tu vida en un papel tiene un valor
incalculable.
No conté el tiempo que anduve divagando por
las profundas cavernas de mi cabeza, cambiando de paisaje y de destino,
buscando nuevos hogares, caminos... A cada paso mi ego cambiaba, se transformaba
hasta lo que era yo en los momentos que escribo estas líneas. Se me ocurrió una
respuesta perfecta, que había sido creada para ese momento, esa situación y ese
lugar. Una mezcla del placer, de la satisfacción, del buscar reconocimiento en
otras mentes y de la necesidad imperiosa de saber que aún estaba vivo, pero para
cuando la tuve en la lengua, Marina ya se había dormido.
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