domingo, 19 de agosto de 2018

Escritores

  De vuelta al pupitre, de vuelta a la vida. A lo largo de la estancia en este mundo pasamos por distintas fases. Cambia el paisaje, cambian los gustos y cambian las personas que nos acompañan en este periplo que se difumina cuando buscamos un futuro próximo. Pero una vez encontramos la afinidad con lo que sea siempre buscamos repetir. O mantener viva esa llama que se ha encendido. A veces incluso buscamos compartirla, expandirla, resaltarla como si nuestro motivo de existencia se basase en ella. Abandonamos parcialmente una serie de historias, cerramos capítulos para abrir nuevas puertas y volver a caminar. Volver a aprender. 

  Quizás escribir sea el acto de trasladar lo que la imaginación dibuja en un papel. Tal vez sea plasmar nuestras vivencias en una hoja. Si es así, estoy seguro de haber dejado de escribir durante un largo periodo de tiempo. Supongo que la mayoría de personas lo entienden así. Yo me conformo con ser capaz de imaginarme escribiendo en mi mente. Veo mis textos y mis palabras amontonadas y pasando como si fuesen diapositivas, algunas del revés, unas rotas, otras difusas... Todo este tiempo he tenido esa serie de imágenes desfilando por mi mente, llegando a desconcentrarme de mis lecturas, distrayéndome de mis pensamientos, rescatándome de una muerte mental casi segura. Si acumulo miedos y decepciones quedan mucho mejor encuadradas y colgadas con un bonito marco. 

  Decía John Coltrane que la mayor mierda de ser artista era la de no poder sentir la obra de uno mismo. El proceso creativo, el mero hecho de vivirlo de primera mano hace imposible conocer si se transmite lo que uno quiere. Es altamente complicado, pues dicho proceso es algo paulatino que no siempre avanza en línea recta. En ocasiones ni avanza. El bloqueo creativo es algo con lo que uno tiene que convivir, así como la frustración de ser incapaz de superarlo. Por eso creo que he dejado de escribir como entiende la mayoría. Mi incapacidad de poner en papel las palabras que flotaban en mi mente, la sensación de no ser digno de seguir escribiendo. Por malo, por cutre, por poco original, por poco creativo... Por mi mismo al fin y al cabo. Pero de todo se sale y en momentos en los que la soledad acompaña siempre es más fácil escribir. Los hay que pueden transmitir una alegría infinita en sus dibujos. Los envidio. Apenas he sido capaz de escribir nada en los puntos álgidos de mi vida. Eso si, creo que cuando uno llega a un extremo nunca antes conocido por el ego es cuando aparecen las mejores obras. Ya sea por una desbordante felicidad, por una ansiedad que te ahoga o una tristeza que rebosa en un mar de lágrimas que ni la almohada puede secar. 

  Así pues, de vuelta a esta senda, bastante más solo que nunca, con los focos alejados y con la sensación de haber sido incapaz de seguir avanzando. Frente a mi debilidad de no mantener a las personas que quiero cerca mío, alejando a todo aquel que me mira con ojos tiernos y sintiendo asco por la imagen que proyecta el espejo cada mañana cuando me cepillo los dientes. Frente a todo ello, la escritura, el café con leche acompañado de tinta azul recorriendo la libreta con migas de bollería industrial. De vuelta al sitio que nunca debí salir. De vuelta a lo único que se ha mantenido fiel a mi a lo largo de mi vida. A saber hasta cuando seré capaz de mantenerlo. 

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