martes, 1 de abril de 2014

Día dos de abril

  A Mireia

  Siento miedo y vértigo siempre que decido ponerme a escribir. Me gustaría que no fuese así, pero es. Lo es porque no sé que va a salir de estas líneas. Desconozco el resultado del conjunto de palabras que escribo ahora mismo, no tengo ni idea de como va a quedar, si va a gustar, si no va a ser un tema repetitivo, si va a ser mejor que el anterior... Me da vértigo el que un día pierda las ganas de escribir, o peor aún, que escriba algo tan bueno que ni yo mismo sea capaz de superar. No quiero nunca tocar techo si ello implica que no voy a ser capaz de romperlo. Por otro lado, me da miedo que escriba algo ridículo, penoso y que no esté a la altura. Pánico absoluto a transmitir algo que no quiero o dar a entender cosas que ni yo mismo sería capaz de explicar. Navego entre mis dudas cuando cojo un papel y me pongo a hacer una de las cosas que más me gustan. Reconozco que le he dado vueltas al coco pensando en porque me siento así. Ojalá pudiese mirar hacia atrás y ver las huellas que he ido dejando para retroceder y no elegir la misma senda que me lleva hasta este punto. Pero no se puede volver al pasado. 

  Hay ocasiones en las que me bloqueo y no sé muy bien sobre que escribir. Esta es una de ellas. Es quizás la novena o décima vez que intento empezar este texto. O más bien dicho, la novena o décima vez que trato de llevar este montón de letras a un final feliz. Lo he intentado en un café, en la biblioteca, en mi casa, al aire libre... No resulta nada sencillo. Quizás ha sido una semana entera tratando de encajar palabras, formulando frases, componiendo versos para que salga un buen escrito. Siete días navegando entre el miedo y el vértigo que me produce el papel y el bolígrafo, sin poder dar pasos atrás y tratando de entender los motivos por los cuales sigo pasando por tales situaciones. Es entonces cuando giro la cabeza y me quedo mirando la senda que he ido trazando y de como tus huellas van apareciendo, cada vez más hondas hasta hundirlas en mi piel. Y sin querer, me sacas una sonrisa porque sé que tú estás conmigo, y si estás conmigo nada de lo haga puede salirme mal. 

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