sábado, 26 de abril de 2014

Tiempo muerto

  Treinta y nueve minutos con cuarenta y tres segundos llevas de pie. Suena una bocina fuerte, se tensa el ambiente, se muere el tiempo. Te encaminas hacia el banco, lento, concentrado. El marcador te enseña lo que hay y lo que queda: un empate y diecisiete segundos para que todo llegue a su final. O no. Te falta el aire y necesitas agua. Coge asiento, mira la pizarra, estira la mano y pide una botella a algún compañero. Se te nubla la vista a veces, la mente se te queda en el blanco. El olor del rotulador te llega a las fosas nasales y te marea. Gritos, bombos, trompetas y toda clase de griteríos a tu espalda. Cuelga una pancarta. No recuerdas ni lo que pone, no recuerdas ni quien hay en pista. El entrenador grita. Necesitáis concentración, necesitáis morir en la última acción, necesitáis ganar. Te acuerdas: "coño, tengo sed". La botella está en tu mano "¿Desde cuándo está ahí?". La miras mientras inspiras, expiras, inspiras, expiras, inspiras... Acompasa tu respiración al ritmo correcto. Mira la pizarra, presta atención a las indicaciones. ¿Dónde estás? Hay un doble bloqueo con continuación y luego una especie de pick'n'roll. ¿Quién coño los juega? ¿Eres tú? Busca tu inicial en el campo de plástico. A ver, a ver... Míralo, ahí está. Eres el que pone el balón en juego. El compañero de al lado te rodea con el brazo, otro te da un golpe o una caricia en la cabeza. Bebe agua, estruja la botella con fuerza, coge el tapón, ciérrala y lánzala detrás del banquillo. El entrenador vuelve a gritar, "estad atentos, intensidad, hay que morir". Ya lo sabes, no hace falta que te lo digan, tú siempre vas a morir, juegas duro, vas sin miedo y lo peleas todo. Otra bocina suena. Han pasado muchas cosas, se ha hablado mucho y tu cabeza ha ido dando tumbos. Vuelve el griterío en las gradas, el bullicio, los ánimos, los insultos y los cánticos. El árbitro se acerca con el balón y te lo va a dar en cualquier momento. Recuerda, estar concentrado, tienes cinco segundos para revivir el balón, de poner en marcha el tiempo. Y después de eso, diecisiete segundos que se pueden hacer eternos, que pueden hacerse muy cortos. Diecisiete segundos para determinar algo tan simple y tan importante (a la vez) como quien va a salir ganador y quien no. 

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