viernes, 20 de junio de 2014

El filo del abismo

  Tocan las nueve de la noche. Mi padre está preparando la cena y yo estoy sentado en mi habitación, con los cascos puestos y manteniendo distintas charlas por las diferentes redes sociales que tengo abiertas. No hace mucho que vuelto de estar contigo. Hace tiempo que no te veía, casi pensaba que me evitabas por algún motivo. Supongo que la época de exámenes y la distancia no facilitan las cosas. Te voy echando un poco de menos. Hoy ha sido todo muy cordial, un hola qué tal, un abrazo fuerte, un beso en cada mejilla y el típico intercambio de sonrisas. Llevabas el pelo un poco más corto de lo habitual. No importa. Luego del saludo, lo mismo de siempre: paseo, café, la reflexión en la playa, otro café y la despedida. Abrazos, abrazos y recuerdos a tu familia. Si, también hace mucho tiempo que no sé nada de ellos. Antes me los encontraba caminando por el pueblo, ahora ya ni eso. Tú tampoco te dejas ver mucho y eso complica las cosas. A veces siento temor de volvernos a ver y pensar que quizás ya no sea lo mismo, que te has olvidado de como funcionaban nuestros engranajes. Puede ser que un día no te acuerdes de mi nombre. 

  Mi padre me llama. Iré a cenar y luego volveré a esto. Bueno no, en realidad iré a dormir, estoy cansado de escribir. 

  Tocan las doce. He intentado dormir y no he podido. Me he ido a la ducha e intentado relajarme más aún poniendo un CD de Beethoven. Noto que la calma invade hasta el último punto de mi cuerpo. Estoy en stand by y aún así sigo escribiendo. No me viene el sueño... Ha pasado una hora desde que me incorporé de la cama. Me calzo y salgo a la calle sin paraguas pese a que está lloviendo. Pongo la mano antes de salir con el cuerpo entero. Es lluvia fina. Camino sin un rumbo preestablecido mientras rescato algunos recuerdos atesorados. Es impresionante lo que uno puede llegar a guardar dentro de su cabeza: pienso en ti y en todos los lugares en los que te vi. A la vez me cuestiono cuando empezó esta afición por escribir. Ahora mismo estoy lleno de sentimientos y vacío de palabras. Y las palabras huecas no significan nada. Me pregunto si es la inspiración la que acude en tu ayuda o si eres tú quien debe salir a buscarla. Quizás la inspiración seas tú. Tal vez se esconda porque muchos la acosan. Yo escribo líneas sobre líneas sin albergar esperanza alguna sobre este texto, que será la mayor mierda del mundo. ¿Cuándo me alejé tanto de mi verdadero propósito? ¿Cuál es el motivo que me empujó a escribir? 

  Llego a casa y un montón de ideas se agolpan en mi cabeza. Mi libreta rebosa frases, fragmentos, palabras, expresiones... Las leo con cuidado, las anoto y todas me parecen flojas, malas, horrendas. Siento cierta impotencia. Dicen que el arte debes dejarlo fluir, no forzarlo y que así seguro que saldrá todo bien. También he oído eso de que va a épocas. Y una mierda, el escritor que se dedica a escribir lo es porque sabe hacer fluir su arte, no porque el arte le fluya sin razón alguna. Entre los pensamientos aparece tu silueta, tus curvas perfectas, tu melena atada en cola de caballo, tu sonrisa y tu boca cerrándose para morder la pata izquierda de tus gafas de pasta. Joder, yo con mi frustración y tú ahí, sonriendo, calmada, despreocupada como si nada pasara. Ponte en mi posición una vez y mira el mundo con mis ojos, a ver si así me entiendes. Quiero escribir y no puedo...

  Entro en el lavabo otra vez. Miro el reloj digital que me dejé delante del espejo: las dos y veintitrés minutos. Ni idea de cuanto llevo absorto en mis pensamientos y no me importa. ¿Qué hago con todo lo que me rebota en la mente? Lo quiero tirar ya, vaciar la cabeza de tonterías, recordarte como lo hacía antes y empezar de forma correcta y ordenada. No es la primera vez que lo intento. ¿Cuándo te hiciste tan grande? ¿Cuándo me enamoré de ti? Me pides que camine a tu lado pero yo ya no puedo. Me he abandonado en la senda de la vida por querer meterme en la tuya. Estiro la mano, toco el horizonte pero tú ya estás más allá. A ratos te paras, te giras y me sonríes. Y yo me cago en la puta porque sé que no voy a llegar por mucho que corra. No es un tema de distancias, es un tema de realidades apartadas la una de la otra. Me caigo, corro, ruedo, choco, insulto al pasado y piso al futuro con tal de alcanzarte. El presente me supera, me supera, me supera. Y con todo esto, yo incapaz de escribir. Miro el horizonte sentado en una barandilla. Si no te puedo pillar por lo menos me voy a parar, a respirar y a ver como tu sombra se mueve al son de las Cuatro Estaciones mientras se aleja cada vez un poquito más de mi. Rezo para que la inspiración venga conmigo y me diga al oído que ha venido a salvarme de mi mismo. No va a ocurrir, pero yo sigo rezando como un condenado a muerte inocente de su crimen. 

  Me resigno. Me pongo de rodillas. Inspiro hondo, cierro los ojos y meto la cabeza en la taza del váter. Tiro de la cadena y, con los dedos cruzados, espero que el remolino que tanta mierda ha tragado en esa casa se lleve también toda la mierda que deambula por mi cabeza.  

1 comentario:

  1. No te canses, corre, alcánzala y una vez la alcances recuerda que no puedes dejar de escribir jamás, porque al final de cada texto escrito estaré yo para leerlo.

    ResponderEliminar