martes, 2 de septiembre de 2014

Recopilación de tristeza avariciosa

Soy un monólogo constante, un artista al micrófono sin público al cual dirigirse. Una película de serie B, una mentira tras otra entre miradas seductoras y principios que se venden al mejor postor. Vivo solo, aislado en la cabina térmica de mi habitación, rodeado de motas de polvo y unas sábanas amarillentas del sudor. Soy persona imposible de amar e imposible de odiar, vuelo raso entre la decepción y el fracaso que vomita en la taza del váter a cada salida del sol. Un sorbo de licor blanco para mirarme en el espejo y darme cuenta de que doy asco. Nauseas. Sonrío por compromiso y desde que te fuiste no he vuelto a ser el mismo. Navego por tu pelo hasta tu ombligo y danzo la palma de tu mano esperando el momento en que decidas cerrarla y morirme de golpe cual soldado en guerra. Mejor hacerlo rápido que agonizar por las calles vacías de tu cuerpo. Construiré mi cripta y que me entierren hasta que vuelva a olvidarme de ti. Las paredes llenas de escritos incompletos, en el aire versos que se escaparon de su tumba sin rumbo fijo, en el suelo las lágrimas del conde que perdió su condado porque la diosa fortuna no le ayudó con los dados. Atrapado en la mente que no para de vomitar ideas, letras dando tumbos hasta que yacen en una hoguera llena de la nada. Soy un pesimista que contagia ataques de risa o un escritor libre con el alma de vagabundo triste. Enfermo terminal de la nostalgia y la pena, soy feliz con mi tristeza y hasta amarme me da pereza. Seduzco a las musas con poesía profunda, versos rescatados del limbo de los escritos fallidos que se quedaron a medias tintas, escritores fallidos que nunca tuvieron talento aunque ellos creyeran que si. No soy un inventor de versos más bien un arquitecto de las palabras que las enlaza de forma aleatoria hasta dar con la frase que llegue a tu yo interior. La tinta de mi bolígrafo terminará tocando tu fibra. Francotirador en posición de lanzar vocablos para llamar tu atención, provocarte reacción y llamar así al amor. Cada vez comprendo más cosas y cada vez me siento más incomprendido Trabajo a sueldo y de noche que es cuando los llantos se vuelven más sumisos, no escondas tu cara tras esas gafapasta que tapan la cara y los gestos de expresión que son la inspiración para mis textos desmotivados sin motivos aparente. 

Mejor solo que mal acompañado y no hay peor compañía que la de la soledad. Su trono yace ocupado y su corona reposa en la cabeza que algún desgraciado, desalmado o destinado a sufrir en silencio los males de este mundo. No. Tienen alma de cobarde y palabras de león que no ruge ni maúlla. Como persona un desastre, como escritor un sastre de la intangible hasta transformarlo en visible, como ente endémico que desata pandemias basadas en la ignorancia. Leíste demasiado, pensaste demasiado, hablaste demasiado y ahora eres el raro. Soy especial, muy especial, especial de día a noche, de enero a diciembre. Especial en mis actos, en mis adicciones, en mi juego, en mis apuestas, en mi forma de ser. Tan especial como todos. Tan especial que soy normal, como todos. No te gustan los locales de alterne donde miles presumen de ser diferentes, prefieras la calma y la tranquilidad al abismo de tu consciencia. La última mañana que me dejaste fue todo un drama, tumbado en la cama viendo tu espalda, jugando con tu pelo y con mis dedos dibujábamos nuestros trazos del futuro que se fueron como la mierda desaparece por el retrete. Corazones encerrados en un puño chocaban contra cerebros enfundados en cota de malla en duelo a muerte para decidir quien de los dos tenía la razón. Mis sentimientos se enganchaban a los tuyos y juntos recorrían cada rincón recóndito de tu piel, se metían en cada poro hasta transformarse en sudor y así, por fin, ser uno entre tanta materia. Suciedad interior, suciedad exterior, quería matarte y ahora quiero volver a enamorarte y volver a enamorarme. La crueldad del destino quiere seguir jugando al azar con cartas trucadas para ver quien será el príncipe de tu reino. Refugiado entre muros de piedra y hormigón construí una fortaleza para resistir al asedio que comandaban tu sonrisa y tu mirada pero para cuando terminé mi castillo tú ya eras la princesa y yo un rey destronado, arrastrándome por el suelo en busca de alguna moneda mientras me embriago con el olor de tu perfume. Pieza del puzzle que no encaja, el último de la doble fila, el primero en quemarse por volar demasiado cerca del sol, alcanzando sueños imposible, transformándolos en severas pesadillas, patético ser humano que intenta ser más que parecer pero perece en el intento vano de quererse a si mismo por encima de todo lo demás. Egocéntrico absoluto porque mi yo se enamoró de ti, de tus andares, de tus piernas, de tu pelo, de tu sonrisa y del reflejo del espejo que devuelves mientras te lavas los dientes. Te imagino, te sueño y te siento más viva que nunca, te abrazo, te beso y te quiero, luego me caigo, me despierto y veo que todo es mentira.

Si mi vida es un monólogo bienvenidos a ella, pues no es mala compañía la peor de ellas, que incluso tras estar tiempo viviendo en eterna soledad, hasta este se vuelve en buena compañera. Que nadie me diga que no tengo motivos para dedicarte una sonrisa. No busco llenar tus bolsillos con algo tan vacío como el dinero, invierto lo que puedo en vivir buenos momentos y en buena compañía. No lamento mis oportunidades perdidas. Tampoco lamento las oportunidades que no tuve. A nadie se las dieron, porque tanto damas como caballeros, buscaron en el sabor de la derrota el sentimiento de victoria.

Cuadro de Vicente Palmaroli, Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte.


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