A Matías
Pues no, no lo sabía.
¿Cómo iba a saberlo? ¿Cómo iba ni tan siquiera imaginar lo que se me venía
encima el día que caíste en mis manos? No había forma humana de conocer todo lo
que acarreaba acariciarte, las consecuencias de quedar contigo sin cita previa o
de amarte a espaldas de otras parejas que tanto me querían. Atracción
instantánea que se fue fortaleciendo poco a poco, día tras día. Quizás la
lluvia nos privó de algunas de las mejores noches y el sol molestó nuestros
momentos más íntimos, pero nunca nos separamos. Y a medida que dábamos pasos al
frente más grande me hacías, más me dabas y más enseñabas. Fui mejor persona de
lo que yo jamás hubiese pensado. Dejé de sentirme como uno más entre toda esa
gente que pasea sonámbula por calles y plazas para volverme alguien especial.
Nunca me fallaste, ni en los buenos ni en los malos momentos. De hecho, tú me
proporcionas los mejores y los peores ratos de mi jodida vida. Pero ¿qué le voy
a hacer? Pues aguantarme, seguir contigo, obsesionado por cada una de tus
curvas y enamorado de tu sombra.
Sin duda alguna, no lo
podía saber. A veces las cosas suceden y ni te planteas lo que vendrá después.
Tal vez sea porque me importa una mierda. Me vale renunciar a la mitad de las
cosas que tengo a cambio de la mitad de las que tú me das. Ahí quedan tantos
recuerdos y otros tantos que vendrán. Y yo esperando con los brazos abiertos a
que vuelvas a traerme más sonrisas, más lágrimas y más personas.
¿Cómo demonios iba a
saberlo? No existe forma humana de anticiparse. Bendigo el día en que te cogí
con las dos manos, te abracé y te juré amor eterno. ¿Cómo no iba a hacerlo después de todo lo que
me has regalado, baloncesto? ¿Cómo?
Foto de Bogdan Blanco.
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